Ay Allen, si supieras el mundo hermoso que dejaste atrás tuyo después de aullar. Tu voz me ha despertado de un sueño a otro mejor, donde la dulzura de tus lamentos ilumina mis pasos. Cada uno. Palabras en mano, llenando el vacío inmenso de esta vida efímera y humana. Tan bella como tu mortal experiencia, tu profundo enojo, tu más pura compasión.
Te amo como amo a esta noche estrellada, su cielo abierto sin nada más que ofrecernos que el infinito hecho música.
Palabras, prosa, puro amor, libertad. Serlo únicamente si llego a expresar lo viva que me siento. Si no lo logro es pura ilusión, esta vida. Ficticia. Donde no hago más que divagar, y escuchar, y creer que estoy viva sin estarlo. Esforzándome a crear vida en una poesía aunque mueran mis palabras en un intento vacío y oscuro donde Allen nunca estuvo. El camino, el Dharma, la rueda de plegarias, la rueda de poemas que hace girar el mundo. Que mantiene encendido y en funcionamiento al universo. Todos en una rueda común constante. Solo así es posible. Cada uno con su propia voz. Sincera. Real.
No encuentro nada que sea realmente capaz de cambiar tu alma. Deseo ese poder. Lo deseo.
Espero contenerlo y dejarlo salir algún día. Si esta noche me lo permitiera, de alguna manera, toda la inspiración que generan sus palabras. No puedo dejar de liberar energía con esta tinta que espero que nunca acabe. Realmente. Infinito como este mar, nuestro poder de imaginación. Nunca fuimos tan libres, como cuando pudimos hacer/ser poesía. Nada es tan real como todo lo que puede convertirse en verso.
Todo este mundo. El mío, el único que conozco, nunca fue tan real hasta que su voz musicalizó los rincones más ocultos, y los volvió verdaderos. Libre soy caminándolos, disparándolos, y tocándolos con mis lágrimas de incredulidad. Siempre. Hermoso. Pero a veces olvido. Hoy el mar, siempre el poeta. Hermoso el camino que es vida.