Que no distingue entre prosa y poesía - leo en el prólogo - y aunque ya lo sabía, sonrío.
Camino por la calle, hacia la oficina, una mañana de verano, calurosa como pocas. Con el viento secándome el pelo y pisando algunas hojas para sentirlas quebradizas abajo de mis pies.
Hermoso leer a Kerouac a la mañana. Un pequeño tesoro, ese libro que me regaló Nico hace unos días. Impredecible tesoro que musicaliza mis pasos.
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