Cuando el amor es estar muerto por dentro.
Un vacío sólo lleno de belleza etérea pero densa.
Gracias Bizzio
Lilting
Hace 11 años
Porque leer es vivir. Éste es un diario de realidades paralelas.
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Un chico dorado, un grasa católico de San Isidro, aguardaba, sentado en su tabla de surf (con la mente en blanco, llena de espuma)
Los amigos eran Suli y Néstor Kraken. Suli era homeópata y Néstor Kraken sociólogo. Los dos pertenecían a la categoría “interesante”. Eran cultos, eruditos. Por momentos incluso inteligentes. Tenían una hija llamada Rocío, de 12 años, con un defecto físico general, muy perturbador si uno está sobrio cuando la mira: es hermosa por partes y horrible en su conjunto. Se diría que da la impresión de haber sido barajada más que concebida. Observarla es meterse de lleno en un vértigo aritmético, de dolorosas combinaciones. Sus ojos, por ejemplo. Un millón de mujeres (y de hombres) querrían tener ojos como los ojos de Rocío, pero ninguno los aceptaría si la condición fuera que vinieran acompañados por la nariz, que a la vez es perfecta (sola). Y así en todas direcciones hasta el final.
Lo perturbador del aspecto de Rocío tenía sin embargo un atenuante, que era casi una bendición: no encajaba con su carácter. “Si fuese igual por adentro que por afuera sería esquizofrénica”, le comentó Muhabid a Érika durante el viaje en Ferry, en un momento en el que ambos creyeron que Álvaro dormía.
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