I
Camino por Clissold Park. Ya lo hice otras veces pero todavía no lo recorrí por completo. Veo unos troncos a un costado, sobre el pasto y por pura nostalgia se convierte en el mejor lugar donde sentarme y leer. Entre Bariloche y el Parque Saavedra, noto lo fácil que me es acomodarme sobre sus formas irregulares, como la facilidad de hablarle a un viejo amigo, cuando conoces todo de él, sus defectos, sus rugosidades, las marcas que dejaron los años en él...Me doy cuenta que entre todas las similitudes que puedo encontrar entre esta ciudad y mi casa, este tronco es el punto más alto del viaje astral hasta allá. Cuando concentro la mirada sobre su corteza muerta, el olor del aire tiene algo del sur de Argentina, y creo que pueda ser probable, que al levantar la vista, alcance a ver a mi mejor amigo vagando por acá. Un nene me vio sentada en el tronco y corrió hasta mí para treparlo. "Horsie, Horsie" imaginaba mientras intentaba subirse como a un caballo.
Recordé mis años de infancia, que pco tuvieron de malos, subiéndome a los árboles con mis hermanos, imaginando todo tipo de historias, convirtiendo a dichos árboles en infinidad de escenarios.
II
Estoy enamorada de esta ciudad. La ciudad que me vio crecer de golpe. La ciudad que me asusta y a la vez me observa al enfrentarme con ella y vencer esos momentos de dificultad. La ciudad que me desafía con su clima amargo y poco amigable. Parece como si alguien estuviera soplando con todas sus fuerzas desde lejos para dificultar mi paso, pero yo tiro a la basura el ahora inservible paraguas y continúo el camino bajo lluvia, que no me molesta ni me disgusta, más bien me recita como una voz en loop, dónde estoy, y quién soy, y qué hago acá. Mientras bajo las escaleras de nuestro nuevo edificio me doy cuenta que no estoy pensando a dónde ir. Porque conozco de memoria algunas calles de mi barrio y ya no me siento perdida ni desorientada.
-notas en el libro