Ni bien vi la portada del libro (Una foto de Allen Ginsberg en un balcón, en blanco y negro, vestido con varias túnicas superpuestas, acercando su mano a un mono que pasaba por ahí) lo agarré con fuerza y me lo llevé a la carpa. Una mano azul. Azul como mi color. Azul como la piedrita en la mano que me protege del mal de ojo. Azul como el lapilázuli en el centro del brazalete que me trajo mi hermano de Perú. Azul como la estrella de Robert y Patti.
No pude evitar sonreír al ver la foto, como no puedo evitar sonreír cada vez que pienso en Allen.
Con esa belleza tranquila (lo pienso) lo escribo y se me pone la piel de gallina.
A las pocas primeras palabras de lectura, me encuentro con la descripción de Deborah Baker
"In the tiny lavatory mirror, behind the heavy black frames of his spectacles, his eyes held a gaze of curiosity, magnified by the power of his lenses. There was his nimbus of thinning hair. There was the heavy woolen sweater over a lumberjack shirt. There was the familiar and worn expression of loneliness".Entonces luego de esas primeras palabras de amor, sentí confianza en Deborah Parker, supe que ella me llevaría en un viaje hermoso por la India.
Me senté en el pasto a leer. Ya estaban pasando cosas hermosas a unas pocas horas de haber llegado al festival.
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